viernes, 6 de noviembre de 2009

Gana respaldo propuesta de creación de zonas de reserva campesina


* Utilización de suelos rurales baldíos propiedad del Estado para la producción alimentaria propone Encuentro Campesino en Usme.


El nutrido Encuentro Campesino de la ruralidad de Bogotá, realizado en la Localidad de Usme, respaldó la propuesta de la creación de las Zonas de Reserva Campesina como alternativa para el suministro sano y abundante de alimentos con destino a las zonas urbanas y como posibilidad para incrementar la producción, disminuir los precios de los mismos, garantizar ingresos a los campesinos y mejorar la calidad de vida tanto de los habitantes urbanos como rurales.

Al encuentro asistieron representantes de diversas organizaciones y comunidades campesinas provenientes de la mayoría de las localidades de Bogotá que poseen zonas rurales como Suba, Engativá, Chapinero, Sumapaz, Usme, San Cristóbal, Ciudad Bolívar y Rafael Uribe Uribe. Entre las propuestas más interesantes está la de destinar los suelos rurales baldíos o improductivos que se encuentren en manos del Distrito con miras a que grupos de campesinos, bajo diversas formas de asociación, los empleen para la producción intensiva de alimentos con base en agricultura limpia o agroecológica. Para ello propusieron al Distrito la realización de un censo de tierras disponibles y la preparación de las normas requeridas para que este proceso pueda darse.

El concejal Jaime Caicedo Turriago, quien actuó como coorganizador del Encuentro Campesino, dijo que existe experiencia acumulada por diversas organizaciones campesinas en torno a la producción limpia de alimentos, con base en bancos de semilla de especies nativas, en la producción de microorganismos que reemplazan los abonos químicos, en la siembra de gran variedad de cultivos que respetan la biodiversidad y en prácticas culturales que aseguran alimentos de excelente calidad sin la intervención de productos sintéticos que atentan contra la salud de los consumidores.

Producción cercana a los centros urbanos

Los asistentes al Encuentro señalaron que uno de los objetivos que se proponen las diversas organizaciones que vienen trabajando en este campo es reducir la distancia y el tiempo de traslado de los alimentos desde las zonas campesinas a los grandes centros urbanos, debido a que Bogotá cuenta dentro de su territorio con importantes extensiones de tierras productivas que deben aprovecharse con el fin de disminuir los costos ambientales y de transporte que implica el viaje de los alimentos desde zonas muy alejadas de la ciudad.

Otra de las propuestas de los campesinos y campesinas reunidas en Usme es la de integrar los ciclos de producción de alimentos en las vecindades de Bogotá con los programas de comedores comunitarios y escolares que mantiene el Distrito, con el objeto no sólo de suministrar alimentos limpios de mejor calidad sino de asegurar a los productores rurales canales fijos de distribución y venta de sus productos.

“La administración tiene en sus manos un potencial inexplorado y enorme para construir un escenario de soberanía alimentaria de largo plazo para la ciudad. La constitución de las Zonas de Reserva Campesina como espacios que planteen nuevas y seguras condiciones a la producción de alimentos limpios no sólo es una respuesta a la necesidad de alimentar mejor a la población de la ciudad, sino la manera de dar salida a la enorme presión social que el denominado “desplazamiento” ejerce a través de demandas justas por alternativas de empleo e ingreso. Es también una estrategia que busca elevar la calidad de vida de la población campesina y crear un cinturón de protección alimentaria y ambiental al rededor de la ciudad”, dijo el concejal Caicedo Turriago.

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2 comentarios:

Unknown dijo...

En estos eventos se expone muchas de las problemáticas sociales, intervienen líderes comunitarios muy bien intencionados y hasta creería que inocentes convencidos que la palmada en la espalda y el apretón de manos es suficiente para construir verdaderas redes de gestión social; en mi precario conocimiento como ciudadano común de ancestro campesino y en condición de desplazado me siento desilusionado, porque pese a todos los esfuerzos de las comunidades y la infinidad de propuestas coherentes y en alto grado de eficiencia, el estado nos sigue tratando como limosneros, ignorantes o simplemente nos margina y hace oídos sordos al clamor general.
El hecho que no usemos corbata, portafolio y un respaldo financiero, no es motivo para que se ignore que ciudadanos con las espaldas azotadas por el sol y la lluvia, con pies embarrados y manos callosas pero de hablar pausado y con tono sumisión son los verdaderos héroes de Colombia, porque han construido patria creando alimentos, protegiendo los conocimientos ancestrales y respaldando con su patrimonio y hasta con su vida las disposiciones gubernamentales. Desde hace más de 500 años estas comunidades son el centro de atención cuando se pretende exigirnos obligaciones, pero se nos vuelve invisibles a la hora de repartir beneficios; triste es ver que sobre los derechos a la vida, a una vivienda digna, a un ambiente sano y a los innumerables patrimonios culturales históricos, se de privilegio a la cultura del cemento, a los intereses de multinacionales y a la explotación indiscriminada de los recursos no renovables.
El estado, sea nacional o distrital carece de esquemas operativos y estructuras administrativas que permitan gestionar desarrollo sostenible sea en el area rural, urbana o en cualquier aspecto comunitario; muchos encuentros, muchos discursos, muchos informes de gestión que muestran una faceta de transparencia y excelente labor, pero cuando termina el evento, los ciudadanos del común volvemos a nuestros hogares con ese sinsabor de la incertidumbre, porque no encontramos respuestas a nuestras inquietudes cotidianas:

• Dónde están esas tierras baldías que el estado posee y que podemos aprovechar en proyectos productivos para la producción de alimentos sanos?
• Cómo hacemos para que los recursos financieros se nos faciliten, cuando no poseemos la capacidad de elaborar un estudio de factibilidad y cuando le pagamos a un asesor delegado de los bancos para que se nos otorgue un crédito, al final solo nos dicen que nuestra capacidad de endeudamiento no nos hace viables para el préstamo; o lo que es peor aun, esa entidad bancaria se abalanza sobre nuestra propiedad inicialmente con engaños y amabilidad y nos presta la plata sin darnos a conocer las verdaderas condiciones del préstamo y cuando no podemos cubrir esas obligaciones, de la manera más voraz e inhumana acuden a instancias judiciales y nos arrebatan nuestras tierras con la mirada complaciente del gobierno.

Unknown dijo...

• Los recursos (miles de millones) que el estado destina a incentivar la productividad en las comunidades marginadas, llámese campesinos, indígenas, desplazados u otro tipo de población vulnerable, solo llega hasta las arcas bancarias que se lucran del manejo de esos recursos y que solo invierten en publicidad para justificar la consecución de ese dinero, pero que en la practica nunca llega a quien verdaderamente lo necesita y lo que es peor aún, al final del ejercicio se quedan con esa plata y no existe quien reclame a nombre de la ciudadanía que al fin y al cabo es quien paga eso mediante los impuestos.
• Pero de todo, lo más lamentable es ver que las entidades asisten a estos eventos, escuchan las suplicas de la comunidad, recopilan múltiples propuestas, crean una base de datos de las personas, recaudan proyectos y estudios creados por las comunidades y al final, en época de rendición de cuentas o en campañas electorales ondean esos procesos como si fueran cosecha de su esfuerzo personal. Donde están los bancos de proyectos y cuando puede la comunidad acceder a ellos de manera gratuita?
• Día a día vemos que se requiere de la protección del medio ambiente como un hecho ineludible para el sostenimiento de la vida; pues bien los campesinos sembramos arboles, hacemos rotación de cultivos, controlamos plagas, construimos reservorios, nos limitamos a utilizar agricultura en especies nativas y reconstruimos conocimientos ancestrales y dentro de nuestras parcelas hacemos pequeños laboratorios de investigación de la productividad de los suelos, incluso a riesgo de perdida de nuestro poco patrimonio. Cuando llega un “técnico” de alguna entidad nos acusa de deterioro ambiental, mal uso de los recursos y de no tener bases contables o archivos de trazabilidad de los productos generados.
Cuándo vino el Estado a ayudarnos a construir sistemas de riego en terrenos áridos?, cuándo nos ayudaron a establecer silos para la conservación de semillas nativas?, cuando llegaron los “doctores” a ayudar a los trazados de caminos reales o a participar en los convites o mingas para construir nuestras comunidades?. Ahora con un GPS y un formato en Excel nos clasifican como depredadores, nos encarcelan dentro de nuestras parcelas y nos culpan de ser obstáculos para el desarrollo; olvidan que fue con alimentos producidos en con practicas sanas y el esfuerzo nuestro que se alimentaron para estudiar y ser inteligentes doctores, pero que al parecer el consumos de esos transgénicos, comida chatarra y bebidas embotelladas los ha vuelto brutos que solo buscan favorecer intereses foráneos.
• Pero sobretodo me parece triste ver que con asfalto, concreto y vallas publicitarias sobre nuestros caminos y parcelas se pregonan propiciadores del desarrollo sostenible y precursores del futuro; parece ser que las enseñanzas de míticos como Bochica no fueron siquiera mencionados en los procesos universitarios para estos “doctores”

Ahora si, quiénes deben reconsiderar sus actuaciones? y como hacemos para que la experiencia en producción de alimentos y protectores de vida sean tenidos en cuenta verdaderamente?