jueves, 10 de julio de 2008

POR LA PAZ DEMOCRÁTICA, MANOS A LA OBRA

Jaime Caycedo
Un rasgo, cada vez más claro del momento, es que el gobierno tiende a disolver la crisis política y de legitimidad en la contundencia de sus actos de guerra. La virgen se le aparece a Álvaro Uribe, según el dicho camandulero, para disparar las encuestas y atiborrar la publicidad de “argumentos” a favor de la segunda reelección. Es un hecho la capacidad de manejo del gobierno y las fuerzas militares sobre el desenvolvimiento del conflicto. El nuevo plan de guerra ha concretado golpes sensibles a la estructura de la principal fuerza insurgente. Hay algo que los analistas oficiales y, aún algunos críticos, minimizan. El papel de los factores militares externos en los resultados que se muestran. No solo asesores y directores de teatro. Aviones plataforma, verdaderos laboratorios electrónicos; información satelital, en tiempo presente; dirección estratégica del Comando Sur; sensores y aparatos de video en la selva; millones de dólares para comprar información y conciencias. Se puede elegir el momento de actuar. Se puede medir la crisis política a la que se le debe salir. Si esto es apenas secundario, como lo dicen el embajador Bronsfield y el gobierno, entonces ocultan intencionalmente la realidad.

Por vez primera, un operativo de rescate logra su objetivo, no cualquiera, en un doble desenlace: sacar con vida a los rehenes y utilizar el natural despliegue propagandístico para resanar las averías que resienten el régimen y reforzar la pretendida solución uribista de la crisis política. Del balance total deben restarse los rehenes que permanecen cautivos y los centenares de víctimas de los intentos fallidos. El éxito obtenido no niega sino que refuerza la necesidad del intercambio humanitario, paso más franco, más directo, más económico y más soberano para la libertad, y con el agregado, no es lo menos importante, de significar un acto de paz y no un operativo de inteligencia bélica.



Dicho lo anterior, cabe una reflexión para el futuro inmediato: cobra prioridad la búsqueda del diálogo para la solución política, dirigido a ponerle fin a la guerra y a lograr una paz con democracia y justicia social, como tarea política principal de la hora. Otro paso es el de la liberación de los rehenes. La batalla por la paz no es exclusiva de la guerrilla. El movimiento popular, las fuerzas democráticas, los sectores que se oponen a la salida militar, tienen un papel decisivo, en la creación de una conciencia consecuente para una paz democrática y en la movilización de masas unitaria. Hay otros factores externos en América Latina y en el mundo, dispuestos a prestar su concurso. Es necesario reunir iniciativas y voluntad política en este empeño. El Polo, la GCD, el sindicalismo, las corrientes favorables a la paz en el partido liberal y otros sectores políticos independientes, la iglesia católica y demás iglesias, deben unirse para actuar.



Uribe sabe que solo prolongando la guerra como pretexto y razón puede intentar un tercer mandato, al tiempo que “dosifica”, de la mano de los gringos, los “positivos” de la guerra. La paz es el propósito del pueblo colombiano, de los pueblos hermanos y vecinos de América Latina. El régimen que tiene la guerra como política de Estado es el mismo responsable del envilecimiento del salario, del desempleo, de la inestabilidad, la violación de los derechos fundamentales, el desconocimiento de las garantías constitucionales y su sustitución por la dictadura plebiscitaria. En manos del pueblo está el cambio de escenario y de horizonte político.

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