sábado, 13 de septiembre de 2008

SALUDO CALUROSO DEL CONCEJAL DE BOGOTÁ Y SECRETARIO GENERAL DEL PARTIDO COMUNISTA COLOMBIANO, JAIME CAYCEDO, A LA VALEROSA MARCHA CONTRA LA POBREZA

REPÚBLICA DE COLOMBIA


CONCEJO DE BOGOTA, D.C.


CONCEJAL JAIME CAICEDO TURRIAGO


SALUDO CALUROSO DEL CONCEJAL DE BOGOTÁ Y SECRETARIO GENERAL DEL PARTIDO COMUNISTA COLOMBIANO, JAIME CAYCEDO, A LA VALEROSA MARCHA CONTRA LA POBREZA

24 millones y medio de colombianos en la pobreza es una cifra ofensiva que llama a la vergüenza, a la indignación y a la protesta. No debería existir un objetivo distinto para la sociedad y el Estado que revertir de la manera más expedita posible esta gravísima realidad.

Sin embargo, Colombia hoy se debate entre el gasto militar exacerbado para atender la guerra personal de un presidente que se considera iluminado, y la asunción de la pobreza como un acto puramente asistencialista y franciscano. Como lo señalara uno de los analistas de la CEPAL, “atender la pobreza hoy no es simplemente un acto de corazón bondadoso e inclusive no es un acto ético o de equidad; es más que eso. Si un gobierno no le apunta dentro de sus políticas y programas a atender prioritariamente este problema, ese gobierno puede carecer de legitimidad, ya que puede amenazar la estabilidad social, económica y política del país”.

Por ello, la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la injusticia no pasa solo por la reclamación de una equitativa distribución de los ingresos, no es un problema que obedece al exclusivo ámbito de la economía y de las finanzas. Este capital asunto atraviesa por el corazón de una verdad mucho más amplia y contundente: se trata de la ilegitimidad de un sistema político-económico que no ha procurado otra cosa, a lo largo de la historia, que incrementar a pasos agigantados las distancias entre una camarilla corrupta enquistada en el poder del Estado que se llena los bolsillos con impudicia y sin miramiento alguno, y una gran mayoría de colombianas y colombianos que se debaten en la desesperación del desempleo o el llamado “empleo informal” que no es otra cosa que el camino torturante de la sobrevivencia cotidiana, rebuscando migajas que contradicen la posibilidad de una vida digna. Esto, sin referirnos siquiera a los niveles de desnutrición y malnutrición del pueblo colombiano; a la pésima calidad y al cubrimiento ineficaz del sistema educativo; al desequilibrado y discriminatorio esquema de atención en salud, que tantas vidas ha costado; al abandono de la producción nacional a cambio de la complacencia abyecta e irrestricta a los capitales transnacionales imperiales; sólo por mencionar algunas otras manifestaciones que corroboran la ilegitimidad del sistema político-económico que nos agobia y que, desgraciadamente, nos gobierna.

Esta brava y heroica marcha nacional contra la pobreza tiene el valor adicional de enrostrarle a la comunidad toda su propia realidad, esa que la acorrala a diario pero que por gracia de la manipulación del poder político y de los grandes medios de información queda escondida detrás del discurso y de la práctica guerrerista de un Estado mafioso.

Esta marcha, como otras luchas que sectores populares y de trabajadores venimos dando en diversos espacios, debe contribuir no sólo a poner en primera línea la aberrante pobreza de la mayoría de los colombianos y colombianas, sino que debe servir también como germen de organización popular para resistir y vencer al oprobioso sistema político-económico que se nos impone y lograr la plena vigencia de los derechos humanos, culturales, económicos y sociales que nos lleven a una sociedad justa, donde nunca más se reconozca el rostro de la miseria, el hambre y la desigualdad.

JAIME CAYCEDO TURRIAGO

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