Niko Schvarz
En la reunión de los cancilleres y ministros de Defensa de los 12 países de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) efectuada el martes 15 en Quito, Colombia se opuso a dar garantías formales de que las actividades que desarrollarían las tropas norteamericanas en las siete bases militares enclavadas en su país no se trasladarían fuera de sus límites territoriales. Esa negativa impidió que se firmara el documento aprobado por los otros 11 países sudamericanos. El tema sigue en debate a ese nivel.
Los puntos del borrador habían sido acordados en extensas reuniones previas por los once países, pero después de ocho horas de discusión en el Hotel Hilton Colón, Colombia se opuso a todos y dijo definitivamente que no firmaba.
El tema se planteó inicialmente en la reunión de UNASUR efectuada el 10 de agosto en Quito, en ocasión de la asunción de Rafael Correa a su segunda presidencia, y también a la presidencia de UNASUR. Se trasladó luego a la Cumbre de Bariloche el 28 de agosto. Allí no hubo manera de que el presidente Álvaro Uribe mostrara el documento que había suscrito con el gobierno de EEUU sobre el uso de las bases. El presidente Chávez leyó fragmentos del Libro Blanco del Comando de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, en el cual se preveía que las operaciones podrían extenderse a un amplio radio de acción, con la mira en regiones pletóricas de riquezas naturales, petróleo y gas, y en la biodiversidad amazónica. Un documento allí exhibido decía que en particular la base de Palanquero permitiría al Pentágono incursionar en cualquier país de la región y espiarlo con medios sofisticados. El presidente venezolano alertó que su país se sentía amenazado por la presencia de militares extranjeros a proximidad de sus fronteras, y el canciller de Brasil, Celso Amorim, dijo (y lo acaba de reiterar ahora) que su país exigía garantías formales y por escrito de que no se efectuarían maniobras extraterritoriales. Todos los demás países se pronunciaron en el mismo sentido. Uribe dijo que necesitaba autorización de Estados Unidos para asumir ese compromiso, y se quedó solo.
Ahora el cuadro se repitió. Colombia se mantuvo cerrada a la exigencia de todos los países en el sentido de que desde esas bases no se pudiera realizar ninguna actividad que pudiera afectar a terceros países, desde monitoreos a movimientos militares. El argumento esgrimido por el canciller colombiano Jorge Bermúdez fue que su país no podía comprometerse a informar de todos los movimientos militares que se hicieran desde su territorio porque ello comprometería la confidencialidad de las tropas norteamericanas.
En una conferencia de prensa brindada al término de la reunión del martes en Quito, el canciller venezolano Nicolás Maduro y el vicepresidente encargado de Defensa Ramón Carrizales estimaron que toda Sudamérica se plantó firme en su exigencia y que, una vez más, Colombia quedó aislada. Subrayaron que los once países reiteraron una posición muy clara contra la presencia militar extranjera en las bases de Colombia, y que este país se negó a entregar las garantías que se le solicita y sigue sin mostrar los convenios suscritos con EEUU. Se trata de garantías para hacer de América del Sur una zona de paz y desmontar las amenazas guerreristas.
El canciller colombiano Bermúdez contraatacó reclamando que en la reunión se trataran los temas relacionados con el auge del armamentismo, el narcotráfico y el terrorismo. Aludía principalmente a las adquisiciones de armas por parte de Venezuela y Brasil a Rusia, Francia y China, que en el caso de Brasil incluye también la transferencia de tecnología que permita la fabricación de armamentos en el país, incluso con alto grado de especialización, para coadyuvar a la autosuficiencia de la región en esta materia, sin dependencia externa. La contundente respuesta del delegado de Venezuela es que su país se armaba para defenderse porque se sentía amenazado por el despliegue militar en sus fronteras, y que le era ajeno todo ánimo de agresión, postulando por el contrario la emergencia de América del Sur como una zona de paz.
El canciller anfitrión Fander Falconí dijo que, pese a todo, correspondía hacer una valoración positiva de la reunión, porque la UNASUR adquiere carta de ciudadanía y busca solución a sus problemas sin ingerencias externas.
Tabaré Vázquez planteó su preocupación por el tema del armamentismo en su reunión con Hillary Clinton el mismo día martes en Washington, alegando que esos recursos estarían mejor empleados en la atención a la salud, la educación y el combate a la pobreza. La secretaria de Estado aludió en su respuesta a las adquisiciones de armamentos por parte de Venezuela, pero no mencionó las bases militares en Colombia a disposición de las fuerzas armadas de su país.
Publicado en La República, 17 de setiembre 2009, pág. 39
Volver a la página principal
No hay comentarios:
Publicar un comentario