LA BASE MILITAR DE PALANQUERO
En el afán de involucrar a los países vecinos para que actúen de su lado en el desenvolvimiento del conflicto político-social interno, el gobierno fascista de Álvaro Uribe Vélez ha generado un ambiente de hostilidad respecto a países que, como Venezuela y Ecuador, no se prestan para sus juegos de guerra ni comparten su visión militarista que incluye un concepto tiránico –ordenado por Washington– de extraterritorialidad de su política represiva de “Seguridad Democrática”, o renovada vieja Doctrina de Seguridad Nacional, la cual comprende la llamada “lucha antiterrorista” y la falaz “lucha contra el narcotráfico”.
Es un hecho que el conflicto interno de Colombia se ha regionalizado, incluso se ha internacionalizado, generando inestabilidad sobre todo en América Latina.
Entre altos y bajos, con más tormentas que calmas, se han desenvuelto, especialmente, las relaciones colombo-venezolanas y las colombo-ecuatorianas, quedando finalmente la plena impresión de que el ejercicio diplomático no ha sido más que la práctica coyuntural de posturas de conveniencia, que no pasan de ser más que “paños de agua tibia”, puestos sobre heridas que cada vez se profundizan más por cuenta de la irresponsabilidad de un régimen pendenciero, como el de Uribe, que sólo busca complacer a Washington en sus afanes expansionistas y re-colonizadores sobre Nuestra América.
Siendo realistas, deberá admitirse que ningún esfuerzo de reconciliación manado de los presidentes Chávez y Correa, o de cualquier otro jefe de Estado o grupo de mandatarios que alienten la reconciliación, tendrá un resultado duradero, si se toma en cuenta que lo que está en desenvolvimiento es la estrategia imperialista yaqui. Ésa que apunta a tomar los recursos naturales del continente, contando en primera instancia con el Estado colombiano, y particularmente con mandatarios lacayos como el de Álvaro Uribe, que hacen las veces de perros de presa de la empresa de re-colonización y saqueo.
Por todo ello, acciones y frases de buena voluntad que procuran hermanación, o al menos distención, que aleje las amenazas de guerra, como muchas en las que se ha esforzado con sinceridad el Presidente Chávez, sólo son causa de burla para el basilisco yanqui-uribista, que sabe bien hacia donde apuntan sus malignas intenciones. Recordemos, por ejemplo, aquélla en la que se expresó “Hemos decidido dar la vuelta a la página. Venezuela es una nación que lucha contra el terrorismo cualquiera que sea su rostro, disfrácese como se disfrace, vístase como se vista”. Voltear la página significaba hacer un gran sacrificio de comprensión respecto a crímenes internacionales, a los que ya está habituado protagonizar el uribismo sin que ninguna efectiva disuasión y freno opere contra él.
En la total impunidad han quedado hechos graves como el secuestro de Rodrigo Granda por comandos armados colombianos, con la colaboración de funcionarios descompuestos y traidores del Estado venezolano, en pleno centro de Caracas; o la penetración de más de un centenar de paramilitares, también en las adyacencias de la capital venezolana, con el fin de asesinar al Presidente Chávez. Valga decir que éstos son sólo algunos pocos de los hechos más notorios de una cadena de situaciones, en las que se cuentan violaciones del espacio aéreo por aeronaves de guerra tripuladas y no tripuladas, adentramientos de unidades paramilitares y militares en zonas diversas de Zulia y Táchira y la presencia misma de esbirros en puntos diversos del país que incluyen a Caracas…
Suficientemente descritas están las circunstancias de tiempo, modo y lugar que respecto a estas afirmaciones hace el ex funcionario del DAS, Rafael García, quien ha develado con pelos y señales el entramado siniestro de narcotráfico, corrupción, impunidad y todo tipo de conspiraciones que existen en el seno del Estado colombiano con el auspicio principal del presidente Álvaro Uribe Vélez.
Así que no es cosa diferente al cinismo la respuesta que a Chávez dio Uribe cuando expresó en la sede del gobierno bolivariano que “No veía la hora de venir, pues el diálogo entre hermanos hay que mantenerlo y profundizarlo” (El Tiempo, Bogotá, 16 de febrero de 2005, pág. 1-3).
Lo que ha profundizado es su puñalada trapera y venenosa; lo que ha diseminado no es un diálogo entre hermanos, sino sucia farsa en la que pululan los más abominables planes criminales que, sin duda, incluyen como víctima también al Presidente Correa, sobre todo desde el primero de marzo de 2008, día en que se produjo el ataque de las fuerzas militares cipayas de Colombia, con la asesoría total del Pentágono y el Mosat israelí, sobre territorio ecuatoriano, al campamento del comandante Raúl Reyes, integrante del Secretariado Nacional de las FARC-EP. Desde entonces, el Presidente del Ecuador –quien ya era mal visto por Bogotá y Washington por su determinación de no permitir más la presencia de militares gringos en la Base de Manta– es objeto también de la furia guerrerita de Uribe Vélez, el perro de presa más “fiel” a Washington.
No como una derivación de estos específicos conflictos, sino como determinación que tiene que ver con la estrategia de re-colonización, es que el imperio define instalar por lo menos otras siete bases suyas –tomando instalaciones de bases colombianas–, varias de las cuales se proyectan sobre infraestructura que, de una u otra forma estaba ya bajo su control y mando, pero que ahora, de manera más abierta, asumen como espacios desde donde operará lo que está concebido como bases móviles también.
Lo que, desde dichos escenarios bélicos, se ejecutará son funciones estratégicas de las que el Pentágono realizaba desde la base de Manta, y más, mucho más, para someter a quienes en Colombia se resistan al saqueo de las trasnacionales y para apuntar contra los objetivos vecinos donde está el petróleo, los depósitos acuíferos más importantes, la biodiversidad y recursos naturales en general; es decir, para desarrollar el instructivo de dominación imperialista definido en el documento Santa Fe Cuatro, que incluye también el propósito de control de mercados y la coetánea determinación de aniquilar obstáculos principales que ve en la insurgencia y proyectos de emancipación bolivarianos.
Desde el Comando Sur, con sede antes en Panamá, el gobierno yanqui ha contado con uno de los cinco centros militares más importantes del mundo, mediante el cual sostenía control de vigilancia y espionaje, sobre al menos 19 países de América Latina, lo cual, en lo fundamental, manejaba de manera más o menos centralizada hasta el año 2000, que es la época en que, al salir de Panamá, el Pentágono establece un nuevo esquema de control a través de las llamadas bases militares que enclava en diversos puntos del continente.
La salida del istmo se produce como consecuencia del tratado Carter-Torrijos de 1997, lo cual implicó el traslado de la sede de la base a Miami. En este momento, se opta por crear los llamados Puntos de Avanzada de Operación (Forward Operation Location), como puntos de operaciones militares diseñados para ser “centros de movilidad estratégica” y de “usos de fuerzas decisivas en guerras relámpago”, mediante bases y tropas aerotransportadas de “despliegue rápido”, que contarán con las fuerzas armadas sumisas que las oligarquías locales en el poder ponen a su servicio, activando, sobre todo, a los elementos torturadores, asesinos y lacayos formados en la Escuela de las Américas, y por las diversas misiones que han hecho la instrucción, la formación –o mejor, la deformación–, de miles de estos esbirros en la doctrina del “enemigo interno”.
Instalar más bases en el continente es, entonces, llevar a realización la determinación abierta del expansionismo y el sometimiento imperial, que cuenta con el apoyo de los sectores más reaccionarios de la derecha latinoamericana, los cuales dependen de las migajas que, por su actitud vende patria, les deja compartir su amo.
Dentro de esta determinación, el Comando Sur puso sus ojos sobre la Base Militar de Palanquero, por ejemplo; desplegando su robustecimiento, el cual trata de disimular con el taparrabo de que se trata del desarrollo de un “viejo acuerdo de seguridad y cooperación con Colombia”. Pero el objetivo de fondo, al crear lo que han llamado una “localidad de cooperación en seguridad”, es tener un punto de control continental mediante la supremacía aérea, con ventajas estratégicas que se resumen en que desde allí se pueda sobrevolar, en condiciones regulares, con aviones C17, modernas máquinas de ingente poderío bélico y actitud ofensiva, la mitad del continente, sin hacer reabastecimientos en bases alternas; esto, dentro de una circunstancia en que, poseyendo un combustible adecuado, el aparato podrá cubrir todo el continente, excepto su extremo sur sur, en el cabo de Hornos.
Ahora Palanquero será también epicentro de las operaciones de los C17 que además cuentan con suficientes equipos de inteligencia militar. La infraestructura de la Base tendrá capacidad para albergar a 60 aviones, con una pista de 3500 metros que permite el despegue simultaneo de tres aeronaves.
Pero hasta el día del anuncio de la instalación de las fuerzas yanquis, la base Aérea Germán Olano, conocida desde el principio como Palanquero y denominada también como Comando Aéreo de Combate No. 1, tenía ya un perfil de guerra definido como ofensivo: Casa del piloto Caza, le llamaban a la base los militares que allí operan. Ubicada cerca a La Dorada y Puerto Salgar, ha contado con Escuadrones de Combate de Mirage y K-fir, y en sus instalaciones se especializaban los pilotos de todas las unidades de combate de la Fuerza Aérea Colombiana, adiestrándose en el combate aire-aire, tanto para operaciones diurnas y nocturnas como en combate aire-tierra en las mismas condiciones y en niveles que les llevan a jactarse de ser los mejores en América Latina.
El historial de Palanquero comprende participación en el conflicto colombo-peruano de 1932, que es el año en que se propulsa la creación de la base aérea como base militar, con el carácter o la pretensión de que se convirtiera en “faro estratégico” en el centro del país, y así, según palabras de sus propios impulsores “el rugir de los motores y destellos de las luces de las aeronaves, se hiciera sentir en el corazón de todos los colombianos”. Por entonces, Palanquero era sólo una inmensa hacienda, en gran medida selvática, surcada por el río Magdalena, que fue adquirida y transformada por la empresa colombo-alemana Scadta, para operar una empresa de aviación con pilotos alemanes, a finales de 1919.
De tal manera que los creadores de Palanquero, desde los orígenes, traían puestas las rodilleras de la sumisión al imperialismo, pues recordemos que esos mismos pilotos alemanes de la compañía comercial Scadta, al mando del piloto Herbert Boy, con la complacencia dócil del gobierno colombiano, participaron con sus aeronaves en el conflicto fronterizo colombo-peruano. Desde entonces, se prosiguió la construcción de la base militar, a instancias del Decreto No. 357 firmado por el presidente Marco Fidel Suárez, el 11 de marzo de 1920, el cual enmarcaba la organización de la actividad aérea y proyectaba la construcción de los primeros aeropuertos. Por entonces, los amos de Scadta adquirieron los terrenos donde con el tiempo iría a emplazarse Palanquero, ya con la contextura plena de una base militar, con cuarteles, hangares de estructura metálica, pista y una plataforma de concreto a orillas del río con algunas avenidas bordeadas de árboles; todo con diseño alemán.
En agosto 27 de 1933, se hizo la ostentación de fuerza aérea más grande que hasta el momento conociera el país: 45 aviones Junker, K-43, Ju-52 Osprey, Hamilton y el Hawks, sobrevolaron los cielos ante la vista del presidente Enrique Olaya Herrera.
El diario capitalino El Tiempo del lunes 28 de agosto de 1933 tituló: "La revista de Palanquero constituye una importante demostración de poderío aéreo". Y en concepto del Presidente Olaya Herrera: "Este día y este acto han de ser un símbolo en los destinos de la nación". Atrás quedó el lento vuelo de los aviones T-33. En adelante, lo que vendría para los habitantes próximos a la base sería la vibración de la post combustión y el estampido de la onda de choque rompiendo la barrera del sonido y de paso los cristales y cerámicas de las humildes casas de la región.
En la década de los ochenta adquieren equipos que colocan a la aviación colombiana de combate en lo que se conoce como el nivel de tercera generación, lo cual implicó cambios en la infraestructura de Palanquero y la centralización de actividades en el llamado Grupo Técnico que es parte de la nueva infraestructura organizativa de los Comandos Aéreos de Combate de comienzos de 1989, momento en que se inicia el desarrollo de las teorías de la producción aeronáutica, mantenimiento y abastecimiento. En el marco del programa Shibolet, se adquieren, entonces, los aviones K-fir, comprados al gobierno de Israel. Algunos llegan modernizados dentro de los lineamientos de la llamada tercera generación y otros para ser adecuados por el Escuadrón de Mantenimiento de Palanquero, con instrumentos electrónicos, lo más moderno en sistematización, mecanismos de reabastecimiento en vuelo, la entrega de armas en forma automática, control de precisión a través de un moderno sistema de navegación y mejor maniobrabilidad, etc.
A finales del Siglo XX, la base cuenta con helicópteros, aeronaves T-37, AC-47T, M5 y K-Fir C-7, con apoyo tecnológico-administrativo profesional compuesto por especialistas civiles y con rangos militares, cumpliendo también labores de planeación estratégica. Y ya para inicios del nuevo milenio, desde mediados de 2002, Palanquero termina la construcción del “Banco de Control de Pruebas y Reglajes universal y numérico, o Banco Polivalente”, que, al parecer, es la primera versión de ese tipo en América Latina. Se implementan como elementos comunes las tarjetas electrónicas, adaptables a las pruebas de varios tipos de motores a reacción, con sólo la ejecución de un nuevo software según las características del motor a probar. Es decir, que el desmadre del gasto militar en detrimento de la inversión social en Colombia permite al régimen guerrerista, que desenvuelve la estrategia militarista conveniente a Washington, asumir la utilización de alta tecnología que aumenta la capacidad para realizar operaciones de rapidez y precisión, en la tarea de las pruebas de las turbinas de los aviones a reacción, principalmente para los turbo-reactores J79 y ATAR 09C. Todo en función de la guerra irregular contra la insurgencia bolivariana que resiste al intervencionismo imperial, como en función de la guerra regular prevista para continuar la expansión colonialista sobre el continente.
A casi 80 años de la fundación de Palanquero, su historial fluye por el arcaduz del deshonor apátrida, hacia la entrega de la soberanía y el destino libre de la América Nuestra, en la medida en que el régimen fascista de Uribe Vélez se somete con total descaro a los designios de Washington, sirviéndole de peón de la re-colonización, en momentos en que desde todos los puntos cardinales de la América meridional y caribeña se levantan oleadas emancipatorias que reivindican los sueños de los próceres independentistas.
Pero como si les pareciera poco, y como lo han dicho las FARC, no son sólo siete puñales los que se han de clavar en el corazón de la América Nuestra. “Pueden ser más, si se tiene en cuenta que la base aérea de Tres Esquinas (sur de Colombia) es, desde hace algún tiempo, otra base militar yanqui encubierta, sospechosamente ubicada donde comienza la Amazonía” (FARC-EP, en mensaje a Unasur y al Alba. Septiembre de 2009).
Y en efecto, en desarrollo del plan expansionista de EE. UU., existen, pongamos por casos, bases como Alberto Powells, para la operación de aviones que se destinan a la acción contrainsurgente, en la que se emplazan aviones P3 Orión y aviones espía, especialmente; la Base de Apiay, como centro de despliegue de las aeronaves Awak, y donde actuarán, hasta donde se sabe, las naves de reconocimiento aéreo; es decir, los aparatos que en sí son radares aéreos con enorme autonomía de vuelo y cubrimiento; la Base de Bahía Málaga, para el despliegue de embarcaciones de guerra que ejercerán la interdicción marítima en el Pacífico y la coordinación con los aviones Orión, con el propósito de tener el control de la costa occidental colombiana a fin de que puedan maniobrar sin contratiempos las tropas marítimas en caso de una posible invasión masiva.
Debemos entender, entonces, que la lucha antiterrorista y contra el narcotráfico es una simple excusa intervencionista que no delimita para nada el accionar militarista yaqui, respecto al cual el pentágono ha dejado suficientes muestras en cuanto a que no permite interferencias en su aplicación contra el país que se le antoje.
Muerte y desolación es lo que promete la diseminación de estas nuevas bases, con un ejército y funcionarios, al lado de un cuerpo de marines descompuestos, que además contarán con la llamada inmunidad que le propicia el lacayismo oligarca en Colombia.
Se trata de la estructura militar necesaria para sostener la explotación económica, el saqueo y el aplastamiento de quienes opongan la dignidad y los sentimientos patrios. Cuentan para la ejecución de sus crímenes, también y de manera principal, con la jauría mediática para la desinformación y colonización de las conciencias en desenvolvimiento de estrategias de captación o de disuasión y, si fuere el caso, utilizando métodos de terror como los que ya se han aplicado torturando, asesinando, desapareciendo, encarcelando, a quienes se le opongan.
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