Por: Jaime Caycedo
El incidente que relaciona al personero de Bogotá con DMG tiene dos aspectos diferenciados. El primero, implica una responsabilidad personal, no imputable al Polo, a su política, a sus procedimientos ni a su posición de principios. El segundo, es la maniobra de la oligarquía bogotana y sus representantes políticos de la derecha dirigida a desacreditar y deslegitimar el Polo y la administración, que no ha podido derrotar en las urnas, dentro de la legalidad existente.
DMG es un aparato de captación y legalización de capitales provenientes de la droga y la corrupción. Ha sido un aparato ideológico del modelo empresarial del narcocapitalismo y una caja de pagos electoral del gobierno uribista Su “éxito” se debe a los altos rendimientos rentísticos y al hecho de haber podido sostenerlos merced a la cobertura legal que el gobierno de Álvaro Uribe le permitió por tanto tiempo. DMG es uno de esos uribistas que se volvieron incómodos para Uribe. Por lo visto, la fiscalía yanky conoce bien sus entretelas.
Detrás de la alharaca lo que está en marcha, de modo ilegal, es la campaña por la segunda reelección. José Obdulio y los calanchines del pretendido “uribismo con Samuel” son parte de una trama cargada de perversidad. La causa real: el Polo ha devenido en la opción de un cambio necesario e inaplazable para enfrentar la crisis capitalista y la del régimen en su desgaste, con medidas que defiendan los derechos del pueblo, tenga el valor de impulsar las reformas sociales a favor de las mayorías populares y abra la puerta a la paz con derechos esenciales, libertades públicas, soberanía plena, garantías laborales y una economía correspondiente.
La administración del Polo, con un programa de rostro social que poner en ejecución, a más del metro para la ciudad y la modernización del sistema masivo del transporte público, tiene que ser consciente de su responsabilidad de cara al pueblo y al proceso unitario de alternativa que representa. Es un gobierno local, en el corazón del país y una apuesta de la oposición democrática frente al régimen del “estado comunitario”. Apoyamos a Rojas Birry para personero por disciplina de bancada y de coalición, pero el Polo no fue consultado en el nombramiento de Luis Bernardo Villegas, renunciado ex secretario de movilidad.
Asombrosamente para ciertos críticos, el Polo pasó de “estar en brazos de las FARC” a ser clientelista y “cómplice de la corrupción”. Esto ocurre en el mismo momento cuando el “uribismo disidente”, se alinea con la reelección y apaga las ilusiones de quienes pedían colocar la izquierda a la cola del establecimiento. Por fortuna, además, el Polo decidió respaldar la administración en cabeza de su Alcalde. Es clara la importancia de rodear un gobierno de origen popular, sus logros y sus decisiones, incluidas las relativas a la restricción en el tránsito y el llamado pico y placa.
Hay que rechazar el clientelismo y ejercer un control severo y vigilante, dentro de las dificultades inherentes a un sistema administrativo dominado por las reformas neoliberales y la “flexibilización” laboral. Además, tomar consciencia, desde la base popular, desde el Polo y la propia administración, que la actitud de conciliación frente a los poderosos intereses de la oligarquía tiene límites: los que impone el compromiso con los derechos de las mayorías populares en lo que ha sido acordado como la ciudad de derechos.
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