Con toda mi consideración.
Simplifica usted las cosas al extremo. Las palabras que atribuye a Manuel Cepeda son más el reconocimiento de una realidad que una apología de la lucha armada. Al decir que “… el dirigente comunista asesinado, justificó repetidamente la violencia guerrillera” sugiere usted que Manuel Cepeda cometía un delito por pensar o escribir así y que tal vez por pensar así fue asesinado.
Según usted, algunas personas creían en el pasado que las guerrillas tenían una razón de existir por los grandes desequilibrios e injusticias en la sociedad colombiana. Para usted “Incluso la hipótesis de las causas objetivas ha perdido mucho de su lustre intelectual, de su atractivo determinista. Hoy es sólo una hipótesis más, un supuesto sin mucho sustento empírico”.
Los millones de refugiados internos, desarraigados de sus tierras, los desaparecidos y las decenas de miles de muertos no tendrían ninguna relación con la inexistencia de reforma agraria, el desempleo más alto del hemisferio, la enorme disparidad en la distribución del ingreso o la voracidad de la narcoeconomía para aprovechar sus vínculos con el poder formal para acumular más capital.
Cuesta demasiado aceptar la hipótesis de que las desigualdades evidentes ya desaparecieron. Sobre todo desconocer que la violencia en Colombia ha provenido regularmente más de arriba que de abajo, más del poder que de los rebeldes.
Se embriaga usted de triunfalismo al pedirle al nuevo gobierno que acabe “de ganar la guerra sin tanto aspaviento”, como lo dice el título de su artículo, sin gastar “pólvora en gallinazos”. Tenga en cuenta que una parte significativa y representativa de la sociedad colombiana, aquella directa o indirectamente victimizada desde las políticas guerreristas dominantes jamás podrá aceptar su propuesta de perdón y olvido.
Piense que ni el asesinato de Manuel Cepeda ni el de miles de compatriotas puede tener ninguna forma de justificarse, mucho menos en razón de sus convicciones.
Lo lamentable por anacrónico es sumarse, sin beneficio de inventario, a la apología de la impunidad.
Jaime Caycedo
Secretario General del Partido Comunista Colombiano
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Simplifica usted las cosas al extremo. Las palabras que atribuye a Manuel Cepeda son más el reconocimiento de una realidad que una apología de la lucha armada. Al decir que “… el dirigente comunista asesinado, justificó repetidamente la violencia guerrillera” sugiere usted que Manuel Cepeda cometía un delito por pensar o escribir así y que tal vez por pensar así fue asesinado.
Según usted, algunas personas creían en el pasado que las guerrillas tenían una razón de existir por los grandes desequilibrios e injusticias en la sociedad colombiana. Para usted “Incluso la hipótesis de las causas objetivas ha perdido mucho de su lustre intelectual, de su atractivo determinista. Hoy es sólo una hipótesis más, un supuesto sin mucho sustento empírico”.
Los millones de refugiados internos, desarraigados de sus tierras, los desaparecidos y las decenas de miles de muertos no tendrían ninguna relación con la inexistencia de reforma agraria, el desempleo más alto del hemisferio, la enorme disparidad en la distribución del ingreso o la voracidad de la narcoeconomía para aprovechar sus vínculos con el poder formal para acumular más capital.
Cuesta demasiado aceptar la hipótesis de que las desigualdades evidentes ya desaparecieron. Sobre todo desconocer que la violencia en Colombia ha provenido regularmente más de arriba que de abajo, más del poder que de los rebeldes.
Se embriaga usted de triunfalismo al pedirle al nuevo gobierno que acabe “de ganar la guerra sin tanto aspaviento”, como lo dice el título de su artículo, sin gastar “pólvora en gallinazos”. Tenga en cuenta que una parte significativa y representativa de la sociedad colombiana, aquella directa o indirectamente victimizada desde las políticas guerreristas dominantes jamás podrá aceptar su propuesta de perdón y olvido.
Piense que ni el asesinato de Manuel Cepeda ni el de miles de compatriotas puede tener ninguna forma de justificarse, mucho menos en razón de sus convicciones.
Lo lamentable por anacrónico es sumarse, sin beneficio de inventario, a la apología de la impunidad.
Jaime Caycedo
Secretario General del Partido Comunista Colombiano
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