lunes, 22 de febrero de 2010

Caicedo y Robledo.- Artículo de Lisandro Duque Naranjo


Los procesos disciplinarios ordenados por el procurador Alejandro Ordóñez contra el senador Jorge Enrique Robledo Castillo y el concejal de Bogotá Jaime Caicedo Turriago, por sus presuntos vínculos con las Farc, demuestran la urgencia del Gobierno por crear una simetría entre la “farcpolítica” y la “parapolítica”.

Tarea utópica, pues la primera no ha servido para condenar a nadie, no obstante haberse interrogado a varios, mientras la segunda tiene llenos los patios de las cárceles con aliados uribistas de todas las regiones, faltando aún bastantes por comparecer. Esa desproporción, pues, no la remontarán nunca.

Ya antes se había acusado de aliada de las Farc a la senadora Gloria Inés Ramírez, quien resultó absuelta de cargos por la Corte Suprema. Al empapelar a Jorge Enrique Robledo, el Procurador completa a los dos únicos senadores del Polo que, diferenciándose del resto de los de su bancada, votaron en contra de su elección. Los escogió con pinzas.

Se necesita desconocer la historia colombiana de los últimos 40 años para considerar posible vender el cuento de que alguna vez Jorge Enrique Robledo ha sentido la más leve atracción por la lucha armada. El Moir, partido del que es dirigente Robledo, no les permitió a sus militantes cargar aunque fuera una aguja, ni siquiera cuando resultaba romántico aquello de que la guerrilla era “la forma más alta de lucha”. Inimaginable entonces que a estas alturas de la vida se le ocurriera meterse en tratos con las Farc.

Jaime Caicedo es otra historia. Cuando este antropólogo, compositor y académico —alumno, además, de Althusser en París— asume la dirección del Partido Comunista en el 97, ya se había consumado el exterminio de la UP, lo que fue el canto del cisne de la combinación de todas las formas de lucha. El espíritu de los camaradas perdió la ilusión de los fierros, y de la alianza con quienes los portan, desde cuando fracasó, de manera sangrienta, ese incauto experimento de un partido mixto de gente legal y vulnerable en las ciudades y gente armada e inmune en el monte, auspiciado en el 85 por el gobierno de Betancur a manera de transición hacia un “inminente” acuerdo de paz. De ahí en adelante, dejaron de ser pareja una guerrilla rica y unos camaradas románticos.

Cuando el asesinato de Bernardo Jaramillo, en el 90, hubo cismas inevitables del puro cansancio de formar parte de un colectivo de mártires. De encima, se derrumbó el socialismo en el mundo y salieron a flote los despotismos de vacas sagradas como Ceausescu, Hoeneker, etc. Irónicamente, la URSS, al colapsar, demostró algo no aprendido en los textos: que el neoliberalismo era la fase superior del socialismo.

Caicedo cohesionó a los sobrevivientes, recogió los pedazos de doctrina que pudieran servir todavía, rescató a una organización vuelta cenizas, desistió de alianzas peligrosas y le puso pilas nuevas al Paco. No he leído el actual programa del partido, pero estoy seguro de que no dice nada sobre la combinación de todas las formas de lucha. Y si los califico por sus actos, los camaradas están metidos de cabeza en la urgencia de un acuerdo humanitario, en la inminencia, ahora sí, de unas conversaciones serias de paz que pongan fin a este conflicto. En iniciativas de solidaridad con quienes padecen persecución, o sufren desplazamiento, o son humillados en sus salarios, no les gana nadie. Sea tomándose las calles o peleando sus proyectos en las corporaciones. No se las dan de únicas víctimas, aunque han puesto miles, y tienen claro que sólo en democracia este país puede lograr la justicia. No se dejan, además, sacar a codazos de las instancias de deliberación, cualquiera sea el tema que esté en juego.

A quien ha logrado tarea de semejante magnitud, obviamente, es que le está buscando el pierde nuestro católico procurador.

lisandroduque@hotmail.com

Volver a la página principal

1 comentario:

JAIRO RUBIO dijo...

Me parece que el estupendo artículo de Lizandro Duque, es, en primer lugar un reconocimiento a la extraordinaria labor tanto de Robledo en el Senado, como el expíritu de Jaime en la conducción del Partido Comunistra Colombiano. A ello le temen los enemigos agasapados del sistema oligarquico y mafioso colombiano.