lunes, 15 de febrero de 2010

La unidad que necesitan los jóvenes para salir de la encrucijada

Por: Giovanni A. Libreros J. Secretario General Juventud Comunista Colombiana, JUCO
Los jóvenes han sido el sector más dinámico en la confrontación con la “era Uribe”. Es apenas lógico. Históricamente han encarnado valores más allá de su tiempo. Ya lo había advertido hace muchos años el inolvidable Salvador Allende: “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. Este es un aspecto que el gamonal de sombrero aguadeño y carriel terciado - declarado el “putas de Colombia” por unos cuantos lambiscones en el municipio de Aguadas - nunca ha perdido de vista. Por distintos medios trataron de convencer a la opinión pública de una supuesta identificación de los jóvenes con los valores de tradición, familia y propiedad. Cuan equivocados y que tan rápido tuvieron que archivar esas “prestigiosas investigaciones periodísticas”. No hubo universidad o foro en que el hombre de “inteligencia superior” – según los renombrados asesores de palacio – tuviera que enfrentar la implacable crítica de la juventud. Detrás de las manifestaciones de inconformidad se encuentra todo un sentimiento de rechazo a las políticas de su gobierno. Partiendo de la base que cualquier estadística oficial o no oficial será siempre objeto de controversia, es preciso entrar directo al debate político.

De los 20 millones de pobres y 8 millones de indigentes en nuestro país, los jóvenes representan el 44.4% en pobreza y el 15.3% en indigencia, la más alta de América Latina según cifras de la CEPAL de 2008. Nuestro país ocupa el cuarto lugar del mundo con mayor número de niños, niñas y adolecentes vinculados a una guerra interna después del Congo, Ruanda y Myanmar. La CEPAL asegura que en Colombia las posibilidades para que un joven muera asesinado son cinco veces mayor que el promedio del continente. Muchas de estas muertes están asociadas a las ejecuciones extrajudicionales o mal llamados “falsos positivos”. Del total de muertes violentas en el país, el 20% son jóvenes. El 75% de la mortalidad juvenil está asociada a causas violentas y por lo menos el 15% de los jóvenes en el país ha pensado en quitarse la vida.



No es para menos. La situación de los jóvenes cada vez es más crítica. En cifras de la ONU, en Colombia existen 1.6 millones de niños, niñas y jóvenes por fuera del sistema educativo. El 30% de los bachilleres que se matriculan en estudios de educación superior, sólo el 15% llega a graduarse. Según el DANE el desempleo de la población entre 14 y 26 años es del 23%. Para las mujeres en este rango es del 31%. El 94% de estos jóvenes trabajan en la informalidad. Las tres cuartas partes de los jóvenes que trabajan se les violan sus derechos laborales pagándoles por debajo del salario mínimo. En materia de salud sólo 6 de cada 10 jóvenes se encuentran afiliados al régimen de salud, teniendo en cuenta que los menores de18 años, lo están en calidad de beneficiarios de sus padres. En cuanto a participación política, el mismo estudio de la CEPAL de 2008 asegura que sólo un 6% de los jóvenes participa en algún partido político y un 3% en sindicatos. La política del gobierno en lugar de atacar las causas sociales y económicas de la crisis de la juventud colombiana, perfecciona los instrumentos para la coacción y represión, con medidas como la responsabilidad penal para adolecentes entre 14 y 18 años, establecidas en la ley de infancia y juventud.

Pero la tenaza uribista no se queda ahí. La concepción uribista pretende controlar hasta el libre ejercicio de la sexualidad. Ante el problema del embarazo adolecente en lugar de definir medidas de salud pública, se limita a decir que los jóvenes deben “aguantarse el gustico”, mientras se rehúsa a impartir directrices que obliguen a las instituciones educativas a promover métodos anticonceptivos e informar a las adolecentes sobre los tres casos en que se despenaliza el aborto. En el congreso también se aprobó una reforma constitucional que penaliza el porte y consumo de la dosis mínima de estupefacientes fortaleciendo así las políticas de estigmatización y militarización de la vida juvenil. Pero el fascismo social de Uribe pretende llegar más lejos. Actualmente cursan en el congreso dos iniciativas que aún son más regresivas para los derechos de los jóvenes, como el proyecto de ley sobre toques de queda para jóvenes entre 14 y 18 años, y el proyecto de ley mejor conocido como “anti barras bravas”, que pretende introducir la noción de terrorismo simple para un fenómeno que no puede ser tratado bajo la óptica del prejuicio y la estigmatización. Atravesamos un momento muy interesante para la confrontación contra el proyecto de la ultraderecha colombiana. Uribe aprovechándose de las necesidades de los jóvenes – por cierto generadas por su política – pretende ahora convertirlos en “sapos” de la política de “seguridad democrática”, para vincularlos por esta vía a la defensa de su proyecto facistoide.

Pero la cuestión no termina allí. La crisis de la salud y las universidades públicas sumadas al aumento del desempleo y la informalidad, presionan aspectos muy sensibles de las familias y la ciudadanía en general. No olvidemos las alzas en los alimentos y los servicios públicos que se enlazan peligrosamente con el aumento de los impuestos y el desmonte de los subsidios al combustible. Como telón de fondo se encuentra la agudización del conflicto armado, la entrega de la soberanía con las 7 bases gringas y la preparación de la confrontación bélica con la hermana República de Venezuela. La coalición de gobierno está convencida de que puede sacar adelante este paquete de medidas y ganar la segunda reelección sin problemas. Están obnubilados por las encuestas de popularidad y por la eficacia del efecto teflón demostrado en otras épocas.

Sin embargo el curso de las actuales tendencias parece señalar un rumbo diferente. En el campo de los jóvenes existen realinderamientos y reagrupamientos. Esta situación se ha evidenciado en el marco del debate del Festival Nacional de la Juventud. Se observan tendencias a conciliar la política de juventud con el actual gobierno y otras que se opone abiertamente a ella, más allá de la dualidad izquierda – derecha. Por otro lado emerge un amplio espectro democrático que se agrupa en iniciativas como la Coordinadora Distrital de Juventud en Bogotá y en el Espacio de Coordinación de Iniciativas por una Plataforma Nacional de Juventud. En el año del Bicentenario la apuesta de la unidad está en la movilización social para derrotar el modelo neoliberal, autoritario y guerrerista, y en la reconquista de las libertades democráticas y los derechos de la juventud Colombiana. Se requiere la más amplia unidad, pero al mismo tiempo la más firme decisión de no hacer concesiones a las celadas tendidas por las maniobras uribistas. Como afirmara el gran caricaturista argentino Quino: “ojala algún día dejen a los jóvenes inventar su propia juventud”.

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