jueves, 15 de abril de 2010

¿Qué es lo que cambia? Aguda columna sobre el proceso electoral colombiano


Germán Umaña Mendoza
Es interesante ver la evolución de las actuales elecciones presidenciales.

De un lado, está la clase política cerrando filas con el objeto de continuar con el modelo aplicado en los últimos años, basado en las seguridades Democrática y de inversión, sin rechazar nada de lo que se ha hecho en los últimos años: ni la evidente escalada de la corrupción, ni la debacle en materia de empleo, ni en seguridad social, ni los mal denominados 'falsos positivos', ni las chuzadas del 'DAS', ni el aumento indiscriminado del endeudamiento externo e interno, ni el déficit fiscal galopante, ni la espuria composición de un Congreso que en un alto porcentaje fue elegido con prácticas clientelistas, corruptas y ajenas a la democracia.


De otro lado, está la cultura ciudadana, la lucha en abstracto contra la pobreza y el hambre, la continuidad de las políticas de Seguridad Democrática y la inversión, y nada de crítica a las realidades arriba mencionadas. No se plantean cambios sustantivos en la política económica, ni en salud y pensiones. El discurso se apoya en lo que ahora es un mérito, antes una simple obligación, ser honesto y transparente. No hay espejo retrovisor, ni propuestas de futuro que contradigan el modelo.

En ambos lados, con excepción del grado de utilización electoral del marcado antichavismo del pueblo colombiano, no hay nada en política exterior, ninguna referencia a la recuperación de Colombia, y su papel en los foros multilaterales, ni a la integración latinoamericana.

Los derechos humanos son entendidos como simples vaguedades y el derecho internacional humanitario mirado con sospecha en la medida en que no implique, por ningún motivo, reconocer que existe un conflicto en Colombia. Las dos propuestas se la juegan a la derrota militar de las Farc y, ni por asomo, se plantea la posibilidad de adelantar un proceso de paz. Algunos dicen que una es de ultraderecha y, la otra, de derecha.

Las clases medias y, sobre todo los jóvenes se la juegan a la segunda propuesta. Están cansados de la politiquería y la corrupción. Los estratos bajos y los más ricos, unos por el populismo y, los otros, porque mejor no les podía ir, apoyan a los primeros. Es una campaña 'emocional', mucho de mediatismo y poco de contenido.Claro que también está la izquierda, que ha perdido el norte al debilitar el planteamiento ideológico de un cambio profundo y una ruptura con lo dominante en políticas como la económica, la externa y la social, gravemente perjudicadas por el populismo y clientelismo de la antigua Anapo y los discursos de centrismo vergonzante de la presunta nueva izquierda, que nada dice y nada comunica. Deberá recuperar la consistencia en sus propuestas de cambio, a riesgo de perder el poco espacio que se había ganado. ¿Será que me encuentro curado de mediatismos y que he llegado a la etapa de un imperdonable escepticismo? No soy capaz de escoger entre lo malo y lo menos malo. Mi deseo es el de un cambio estructural en las políticas económicas y sociales.

Una paz que no se base en más sepulcros. Una alternativa de conciliación nacional que combata las desigualdades.


Por ahora, continúo persiguiendo la utopía. Sigo pensando que es posible. Supongo que es el colmo de la ingenuidad.
dgumanam@unal.edu.co

Publicado por Portafolio, abril 15 de 2010

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