Por Jaime Caycedo
El verdadero enemigo es el imperio
La política del Estado norteamericano hacia el continente se muestra abiertamente agresiva, con elementos del viejo estilo imperialista, como la IV Flota, el golpe de Estado en Honduras, el Plan Colombia y ahora las siete bases.
Estos elementos son indicativos de que Estados Unidos no renuncian a sus propósitos intervencionistas, en particular contra los regímenes disidentes y autonomistas. Honduras demuestra que el propósito de derrocarlos hace parte de la carta de navegación de Washington.
El pretender hacer retroceder la historia señala las dificultades mayúsculas que atraviesan los Estados Unidos como superpotencia. Hay un optimismo forzado que intenta demostrar que la crisis económica ya pasó y que se observan los signos de una recuperación. Estados Unidos recurre a medios extraeconómicos de disuasión precisamente porque su hegemonía, su prevalencia y su autoridad están en retroceso.
El gobierno colombiano acusa en la OEA a Venezuela de intervencionismo para exportar su revolución bolivariana. El sistema mediático transnacional y sus sucursales en Colombia tratan de imponer la idea de una amenaza de Chávez a Colombia, que no existe. Utilizan e interpretan declaraciones de Chávez como directrices contra Colombia. Culpan solo al gobierno venezolano del deterioro de las relaciones bilaterales. Minimizan el significado de las bases yanquis y su repudio en América Latina. Quieren manipular el odio hacia Chávez como una forma de descalificar los procesos latinoamericanos de cambio democrático.
En Colombia, buscan hacer aceptables las bases en nombre de un ultra nacionalismo antivenezolano. La extrema derecha promueve el odio a Chávez para convertirlo en respaldo a la reelección de Uribe. Los sectores más reaccionarios piden abiertamente la alianza con el imperio contra los países hermanos frente al pretendido intervencionismo bolivariano.
La administración y los medios a su servicio han señalado al Polo como supuesto vocero de Chávez y a un conjunto de grupos como presuntos propulsores de la revolución bolivariana. Estos señalamiento son, de por si, en las condiciones colombianas, una forma abierta de persecución política que puede tener consecuencia en la integridad y seguridad de las personas.
El nuevo mindefensa, Silva Luján, alega que en Colombia hay plenas libertades y nadie sufre de persecución política, afirmaciones contraevidentes cuando la Fiscalía y la Procuraduría investigan los seguimientos y el espionaje del DAS, ente adscrito a la presidencia de la republica, contra las Altas Cortes, los dirigentes de la oposición, ante todo los del Polo, los defensores de los Derechos humanos, las comunidades indígenas, los periodistas y el sindicalismo. Según varios organismos humanitarios internacionales, Colombia vive una emergencia en materia de derechos humanos, en especial en relación a los numerosos casos de ejecuciones extrajudiciales (“falsos positivos”), desapariciones y desplazamientos forzados.
La izquierda latinoamericana y colombiana sabe que las revoluciones no se exportan. El Polo no recibe órdenes de ningún gobernante. Sus posiciones emanan de su dirección, su Ideario de Unidad y las orientaciones de su Segundo Congreso. Es un atrevimiento y una infamia la campaña contra el Polo para presentarlo como “antipatria” mientras se presenta como “patriotismo” el arrodillamiento ante el imperio y la utilización de las bases militares destinadas a la defensa de la soberanía de Colombia como instrumento y plataforma de agresión contra gobiernos amigos por cuenta de una potencia extraña.
No existe la pretendida unidad nacional en apoyo a la política aventurera y sumisa que adelanta el gobierno. Las siete y más bases, ilegalmente al servicio del Comando Sur, van a ser utilizadas, en primer término, contra el propio pueblo colombiano en el contexto de la guerra contrainsurgente y la represión política. El régimen gobernante quiere dejarlas como herencia perversa, a manera de camisa de fuerza, para impedir un cambio democrático en Colombia. Los soldados extranjeros gozarán de total impunidad.
A la reproducción forzada del régimen se oponen crecientes fuerzas partidarias del cambio. El Polo encabeza la línea más clara y abierta de alternativa. Todas las vertientes patrióticas y democráticas de la vida nacional tienen que unirse para derrotar el régimen que entrega la soberanía y enajena la independencia nacional al gobierno de los Estados Unidos. El nombre de Carlos Gaviria Díaz, actual precandidato presidencial para la consulta del 27 de septiembre, representa la voz más esclarecida y consecuente en el horizonte del cambio democrático.
Prensa PCC
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Estos elementos son indicativos de que Estados Unidos no renuncian a sus propósitos intervencionistas, en particular contra los regímenes disidentes y autonomistas. Honduras demuestra que el propósito de derrocarlos hace parte de la carta de navegación de Washington.
El pretender hacer retroceder la historia señala las dificultades mayúsculas que atraviesan los Estados Unidos como superpotencia. Hay un optimismo forzado que intenta demostrar que la crisis económica ya pasó y que se observan los signos de una recuperación. Estados Unidos recurre a medios extraeconómicos de disuasión precisamente porque su hegemonía, su prevalencia y su autoridad están en retroceso.
El gobierno colombiano acusa en la OEA a Venezuela de intervencionismo para exportar su revolución bolivariana. El sistema mediático transnacional y sus sucursales en Colombia tratan de imponer la idea de una amenaza de Chávez a Colombia, que no existe. Utilizan e interpretan declaraciones de Chávez como directrices contra Colombia. Culpan solo al gobierno venezolano del deterioro de las relaciones bilaterales. Minimizan el significado de las bases yanquis y su repudio en América Latina. Quieren manipular el odio hacia Chávez como una forma de descalificar los procesos latinoamericanos de cambio democrático.
En Colombia, buscan hacer aceptables las bases en nombre de un ultra nacionalismo antivenezolano. La extrema derecha promueve el odio a Chávez para convertirlo en respaldo a la reelección de Uribe. Los sectores más reaccionarios piden abiertamente la alianza con el imperio contra los países hermanos frente al pretendido intervencionismo bolivariano.
La administración y los medios a su servicio han señalado al Polo como supuesto vocero de Chávez y a un conjunto de grupos como presuntos propulsores de la revolución bolivariana. Estos señalamiento son, de por si, en las condiciones colombianas, una forma abierta de persecución política que puede tener consecuencia en la integridad y seguridad de las personas.
El nuevo mindefensa, Silva Luján, alega que en Colombia hay plenas libertades y nadie sufre de persecución política, afirmaciones contraevidentes cuando la Fiscalía y la Procuraduría investigan los seguimientos y el espionaje del DAS, ente adscrito a la presidencia de la republica, contra las Altas Cortes, los dirigentes de la oposición, ante todo los del Polo, los defensores de los Derechos humanos, las comunidades indígenas, los periodistas y el sindicalismo. Según varios organismos humanitarios internacionales, Colombia vive una emergencia en materia de derechos humanos, en especial en relación a los numerosos casos de ejecuciones extrajudiciales (“falsos positivos”), desapariciones y desplazamientos forzados.
La izquierda latinoamericana y colombiana sabe que las revoluciones no se exportan. El Polo no recibe órdenes de ningún gobernante. Sus posiciones emanan de su dirección, su Ideario de Unidad y las orientaciones de su Segundo Congreso. Es un atrevimiento y una infamia la campaña contra el Polo para presentarlo como “antipatria” mientras se presenta como “patriotismo” el arrodillamiento ante el imperio y la utilización de las bases militares destinadas a la defensa de la soberanía de Colombia como instrumento y plataforma de agresión contra gobiernos amigos por cuenta de una potencia extraña.
No existe la pretendida unidad nacional en apoyo a la política aventurera y sumisa que adelanta el gobierno. Las siete y más bases, ilegalmente al servicio del Comando Sur, van a ser utilizadas, en primer término, contra el propio pueblo colombiano en el contexto de la guerra contrainsurgente y la represión política. El régimen gobernante quiere dejarlas como herencia perversa, a manera de camisa de fuerza, para impedir un cambio democrático en Colombia. Los soldados extranjeros gozarán de total impunidad.
A la reproducción forzada del régimen se oponen crecientes fuerzas partidarias del cambio. El Polo encabeza la línea más clara y abierta de alternativa. Todas las vertientes patrióticas y democráticas de la vida nacional tienen que unirse para derrotar el régimen que entrega la soberanía y enajena la independencia nacional al gobierno de los Estados Unidos. El nombre de Carlos Gaviria Díaz, actual precandidato presidencial para la consulta del 27 de septiembre, representa la voz más esclarecida y consecuente en el horizonte del cambio democrático.
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